Tai Chi, respiración consciente y emociones
El Tai Chi y la respiración consciente
En la práctica de Tai Chi mantenemos un flujo respiratorio natural y consciente, esto es, adaptado a cada momento, a cada movimiento. No ejercemos un control específico más allá de intentar mantener la continuidad de nuestra respiración, evitando interrupciones y retenciones del aire.
A medida que cultivamos la cualidad de dejar ir (Zhan Zhuang), la respiración -íntimamente relacionada con el movimiento energético- se va haciendo más perceptible en su recorrido interior. Así, el flujo respiratorio se va normalizando y volviendo más profundo, continuo y natural. El cultivo de esta cualidad interior nos lleva a un principio fundamental en el que coinciden todos los maestros del Tai Chi: ‘hay que respirar con todo el cuerpo’.
Enfocar toda nuestra atención de manera constante en la respiración durante la práctica nos conducirá al autoconocimiento del entramado cuerpo-mente-espíritu. Observaremos que en los momentos en los que nuestra atención se desvía hacia los contenidos de nuestros pensamientos, el flujo respiratorio se altera.
Elaborar pensamientos y respirar conscientemente es incompatible. Al menos cuando los pensamientos tienen un cierto grado de importancia o complejidad para nosotros. Cuando nos involucramos en este tipo de pensamientos, inconscientemente dejamos incluso de respirar para poder prestar toda nuestra atención al contenido de lo que estamos pensando. Durante la práctica de Tai Chi prestamos atención a la acción de cada momento. Esta atención al momento presente, a las sensaciones internas de la práctica, nos permite respirar de manera consciente y alineada con la acción que está sucediendo.
Las emociones en la práctica de Tai Chi
Las emociones intensas alteran nuestro flujo respiratorio, a veces de manera evidente, a veces de manera más sutil. En ocasiones durante la práctica, podemos observar cómo una emoción que aflora acelera nuestra respiración y nos exige inhalaciones más profundas buscando una mayor cantidad de aire. En otras por el contrario, las emociones nos reducen la solicitud de aire al mínimo, llegando a detener completamente la inhalación o la exhalación por momentos.
La intención de sostener una idea, por ejemplo, sobre un movimiento que ya he hecho o que voy a hacer, una tarea que tengo pendiente después de la práctica, o sobre una emoción que estoy teniendo tiende también a obstaculizar el flujo natural de nuestra respiración.
Por el contrario, la atención a los movimientos internos del Dan Tien, a la expansión contracción, a la oscilación, a la alineación de la estructura, a dejar ir la tensión excesiva,…, no interfieren y tienden a normalizar el flujo de nuestra respiración, manteniéndola continua y adaptada a la exigencia de cada momento. Una respiración equilibrada nos induce a estados de calma mental y nos brinda la oportunidad de disfrutar de cada momento.
Por eso es importante la repetición de las formas de Tai Chi hasta grabar en nuestra memoria corporal los recorridos internos de las formas, para no tener que desviar nuestra atención a los pensamientos y poder cultivar eficientemente los principios fundamentales que nos aportan todos los beneficios de la práctica.
Los beneficios del Tai Chi en nuestras emociones
Desatender habitualmente lo que ocurre en nuestro espacio interior nos puede llevar al desconocimiento en el manejo de nuestras propias emociones. Las emociones que no han sido observadas ni aceptadas en el marco de nuestra conciencia, tienden a movilizar nuestra energía de manera abrupta. De una manera parecida a como lo harían las olas del mar en una tormenta, si estuviéramos flotando en el agua a la deriva.
Esto puede llevarnos a dificultades en el manejo de nuestras emociones, a intentar evitarlas, o por el contrario a mantenernos adictos a ellas. Esta relación tóxica con nuestras emociones, influye en nuestra manera de pensar y por tanto a nuestro estado de ánimo.
La práctica de Tai Chi y Chi Kung nos permite construir una relación equilibrada con nuestros procesos internos. La práctica de movimientos suaves y en conexión con nuestra respiración, nos ofrece un espacio confortable desde el cual experimentar el flujo de nuestras emociones, de manera distinta a como lo hacemos habitualmente. Esto influye de manera positiva en las sensaciones internas que nos producen las emociones y los pensamientos a los que nos llevan.
De esta manera, la práctica se comporta como una barca desde la que observamos y sentimos las oleadas de emociones, haciendo que oscile a un lado y a otro, manteniéndonos a flote y con la posibilidad de remar y dirigirnos hacia un puerto seguro.