TaiChi, Chikung y habitabilidad del espacio interior
Hoy en día se da cada vez más importancia a la habitabilidad de los edificios donde vivimos o donde trabajamos. Es ya indiscutible la influencia que tiene el confort de los espacios donde pasamos una gran cantidad de tiempo de nuestras vidas en nuestros estados de ánimo, salud, relaciones humanas, productividad y calidad de vida en general. Pero, ¿que hay de la habitabilidad de nuestro espacio interior? ¿Nos ocupamos de lo que ocurre dentro de nosotros mismos, de manera similar a como lo hacemos con nuestro hábitat? Descubre como el Taichi y el Chikung nos pueden ayudar a cuidar nuestro espacio interior.
Nuestro espacio interior
Del mismo modo en que cuidamos el espacio externo a nosotros en el cual habitamos y nos movemos día a día, podemos cuidar nuestro propio espacio interior para que nos resulte habitable. Sin embargo, ¿dedicamos un tiempo a mantener este ‘lugar’ tan íntimo y próximo a nosotros habitable y acogedor?
Sentirse a gusto en uno mismo
Sentirse a gusto con uno mismo se podría asociar a lo que pensamos acerca de nosotros, pero sentirse a gusto en uno mismo tiene más que ver con las percepciones y sensaciones que ocurren dentro de nosotros mismos. Tal vez no veamos un paralelismo entre cuidar un espacio exterior, una vivienda, una oficina o nuestro hogar, y ocuparnos de nuestro espacio más próximo que es el espacio de nuestra percepción en estrecha relación con nuestro cuerpo. Esto puede ocurrir por pensar que a diferencia de otros espacios, no poseemos el control de todo lo que sucede dentro nuestro.
Contactando con el espacio invisible donde habitan nuestras emociones, sensaciones, pensamientos y sentimientos, presentes en nosotros mismos, podemos llegar a tener una percepción más clara de este espacio interior y de como podemos gestionar los movimientos que se producen dentro, para mantenernos en equilibrio. Sobre todo, es el contacto con lo cognitivo, psicológico, emotivo y conductual lo que hace que este espacio interno lo podamos percibir como un lugar confortable en el que nos sentirnos a gusto, tranquilos, confiados o por el contrario, que lo percibamos como un espacio hostil, incómodo, agitado, inseguro o inestable.
¿De que depende la percepción que tenemos de nuestro espacio interior?
Determinadas emociones y pensamientos pueden desplegar una amplia variedad de sensaciones en nuestro cuerpo, cubriendo un amplio espectro que puede ir desde lo muy desagradable hasta lo muy agradable, confortable o placentero. Pero ¿somos capaces en algún momento de presenciar con plenitud este despliegue de emociones y estados de ánimo que se presentan a diario dentro de nosotros? Y por lo tanto aprendemos a manejarlos, o por el contrario, ¿hay territorios psico-emocionales que permanecen largo tiempo inexplorados?
Probablemente ya nos hayamos dado cuenta que tratar de rechazar un determinado pensamiento o emoción que se nos presenta, no nos evita sentir su impacto, ya sea a nivel físico, emocional, conductual o todos al mismo tiempo. Cuando intentamos rechazar un pensamiento o emoción que nos resulta desagradable pero ya ha entrado en nuestra conciencia es demasiado tarde. El tiempo que se habiten esos pensamientos y emociones perturbadoras suele resultar proporcional a la fuerza con la que nos opongamos a sentirlas.
¿De donde vienen las emociones que nos perturban?
Muchas de estas emociones proceden de creencias instaladas desde nuestro pasado, desde la educación que hemos recibido pasando por la retroalimentación de nuestro entorno social, donde tal vez hayamos aprendido que para adaptarnos las debíamos rechazar. Este juego de rechazo, atracción, sufrimiento, placer forma parte de nuestro engranaje mental y la mayoría de veces es inconsciente, lo que nos mantiene anclados a situaciones que no deseamos vivir, pero que de alguna manera nos resulta imposible evitar.
Ante esta falta de contacto, de familiaridad y de aceptación con lo que ocurre dentro, solemos desarrollar mecanismos racionales para poder permitirnos durante largos años permanecer aparentemente fuera de estos espacios internos, que preferimos evitar pero como están dentro nos van a acompañar donde quiera que vayamos. Al no permitirnos acceder a ellos, los muros de nuestro espacio interior (nuestra casa) se van estrechando cada vez más, acrecentando la sensación de inquietud al percibir espacios tóxicos que pueden salirse de control en cualquier momento.
Buscando la causa de nuestro malestar en el exterior
En ocasiones culpamos a las experiencias externas, o a las personas vinculadas a ellas como las causantes de la mayoría de nuestros problemas, sin pararnos a observar que se repiten una y otra vez incluso con personas distintas. De este modo no estamos buscando la solución a nuestros problemas en el lugar adecuado, que es nuestro espacio interior. Nuestros mecanismos de defensa psicológica y emocional a veces se activan demasiado por la multitud de situaciones externas que vivimos día a día, y a la larga nos pueden causar patologías y enfermedades relacionadas casi siempre con la falta de equilibrio entre las fases de tensión y relajación (Yin y yang) de nuestro organismo.
Efectos de la tensión continuada en la salud
Estas situaciones sostenidas en el tiempo se traducen en nuestro cuerpo de múltiples formas que causan distintos problemas de salud, como una circulación sanguínea pobre, ralentizada por sostener tensiones en determinadas partes de nuestro cuerpo durante periodos de tiempo indeterminados. Estas tensiones pueden provocar a la larga afectaciones en los órganos internos, al no recibir de una manera equilibrada y constante el riego sanguíneo y la oxigenación necesarias para cumplir adecuadamente sus funciones vitales. Además, si los impactos emocionales son lo suficientemente intensos, el daño puede llegar a ser mucho más profundo.
La ansiedad provocada por las situaciones externas, que al afectarnos se vuelven internas, nos perturba y repercute en el funcionamiento de todo nuestro circuito nervioso, afectando de forma negativa, a funciones de vital importancia, como el razonamiento, la digestión, el sueño, el descanso, la relajación, etc. Además la ansiedad permanente a lo largo del tiempo puede dar lugar a problemas en nuestras relaciones personales, afectivas, laborales, provocarnos insatisfacción, depresión, cuadros psicóticos, y un largo etc.
TaiChi y Chikung para aprender a observar y cuidar nuestro espacio interior
La habilidad de escucharnos, de prestar atención a lo que está ocurriendo dentro, no es una habilidad nueva para nosotros sino más bien olvidada o desentrenada. Por tanto es necesario practicar para volver a habituarnos a mantener una escucha consciente y activa que nos permita observarnos en mayor amplitud y profundidad. De esta manera podremos resolver situaciones internas que nos incomodan o limitan nuestras vidas, incorporando el hábito de llevar nuestra atención hacia adentro dirigiendo la intención de lo que sea que hagamos, desde el interior hacia el exterior.
La práctica de Taichi y Chikung dirigida a la auto-observación
En este sentido los ejercicios de TaiChi y de ChiKung cumplen una importante función en el cuidado de nuestro espacio interior, ya que nos invitan a situar constantemente nuestro foco de atención de la piel hacia dentro en un entorno amable y sosegado desde el cual poder observarnos con ecuanimidad. Desde este enfoque los ejercicios de Taichi y de Chikung no se limitan solamente al momento en el que los estamos ejecutando, sino que se van emancipando como nuevas habilidades que nos permiten movernos de manera distinta en nuestras vidas.
Ambas disciplinas han sido practicadas durante siglos y se ha comprobado que tienen un gran potencial para generar autoconciencia e iluminar nuestro espacio interior, ya que a los ejercicios de respiración consciente y de soltar las tensiones innecesarias, se une el movimiento consciente en el cual podemos desarrollar el hábito de observar lo que está sucediendo piel adentro. Además el movimiento desde Dantien (interior) hacia las extremidades y resto del cuerpo (exterior), nos permite observarnos a nosotros mismos y a todo lo que nos rodea en una sola e íntegra mirada unificadora.
Emprender el camino de regreso a casa a través del Taichi y el Chikung
Como quien regresa a la casa donde alguna vez se sintió a gusto, cómodo, seguro, tranquilo, inspirado, amoroso y contento se puede sentir alguien que recupera su espacio interior. Es el lugar desde donde partió su aventura y forma (consciente o inconscientemente) parte esencial de su momento presente, pero aunque puede parecer sencillo, llevarlo a la práctica con asiduidad no es fácil. Sin duda a lo largo del recorrido habrá momentos tensos, a veces incluso duros, pero con una actitud atenta, abierta, relajada y natural durante el proceso, se pueden experimentar cambios profundos y en algún momento llegar a estados de calma, bienestar, comodidad y contento.
Cuando esto ocurre no habremos hecho nada para que este cambio súbito tenga lugar, salvo dejar que suceda. En este sentido, una actitud adecuada durante todo el proceso de regreso a nosotros mismos, es la que nos permita realizar cambios en nuestro paisaje interno sin cambiar demasiado nuestra relación con el exterior: la familia, las amistades, el trabajo, las relaciones cotidianas, etc., para no provocarnos más inestabilidad de la generada por el propio proceso de cambio.
Conclusiones
La falta de atención a nuestro espacio interno físico y psico-emocional a menudo nos priva de la capacidad de disfrutar de una vida plena, manteniéndonos en una actitud de rechazo y una huida constante de nosotros mismos, evadiéndonos hacia el mundo exterior, donde buscamos infructuosamente lo que solamente nos puede proporcionar de forma satisfactoria y duradera regresar equilibradamente a nuestro espacio interno.
Una vez instalados en él y gracias a la capacidad de estar presentes, en calma y en paz, podremos tener acceso a cualidades y virtudes que tal vez antes no veíamos. Desde esta tranquilidad surge la creatividad, los sentimientos más amables, más puros, más profundos, desde los que poder experimentar un contento que surge espontáneamente desde lo más profundo de nosotros mismos.